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Es un viaje con retorno, en una mezcla de pasado, presente y futuro, para realizar un recuento breve pero completo de las acciones y gestas de los hombres y mujeres que contribuyen a configurar nuestra historia y que definieron los rasgos constitutivos de nuestra nacionalidad. Desde la era precolombina hasta la fecha, . Honduras ha sido un convulsionado escenario de luchas y contradicciones. Pero estos escenarios geográficos, académicos, políticos, educativos, culturales y artísticos, han servido para identificar a los actores y gestores de lo que hoy reconocemos como “Nuestra Patria”.

La definición y la delimitación territorial de nuestro país no se produjó de un día para otro, asimismo la definición de una “cultura” propiamente “hondureña” no sería posible sino mediante el concurso de los primeros patriotas que alzaron su voz para reclamar la soberanía primigenia en medio de las contradicciones históricas que fueron creando las condiciones políticas y sociales hasta alcanzar una Constitución Política que dio vida al Estado de Derecho. Reivindicaciones y luchas que comenzaron a tener sentido al fragor de un interés más intuitivo que legal, pero que fueron sin duda los primeros brotes de eso que hoy llamamos: “Nuestra Identidad”. Esa comunidad de intereses colectivos que se identifica como identidad nacional, vinculando a los individuos a su entorno, configura el sentido de nacionalidad que hace, hoy por hoy, a todos los hondureños y hondureñas orgullosos de pertenecer a una determinada comunidad cultural y social. Sin esos vínculos entre la comunidad y el individuo no hay nacionalidad ni identidad nacional.

Lempira por ejemplo, y posteriormente los personajes ilustrados de la patria criolla que asumieron la tarea trascendental de definir los contornos no sólo territoriales, sino también jurídicos, políticos y administrativos de una región colonial que reclamaba su derecho inalienable de convertirse en nación libre. Los próceres son algo más que “figurantes casuales” de grises epopeyas que duermen bajo un manto de telarañas, mas bien, los próceres son los vasos comunicantes que le devuelven la brújula a aquellas naciones que dan la impresión de navegar a la deriva. El legado morazánico por decir algo, o el idealismo futurista de un José del Valle, son dos luces siempre encendidas en la Plaza Central de la Historia.

Mientras nos acercamos a los 200 años de celebración de nuestra independencia patria,1821-2021, visualizamos con mayor claridad el cruento recorrido que la nación ha tenido y las arduas tareas que los hombres y mujeres de todos los tiempos han llevado a cabo con el fin de alimentar la idea inefable de que pertenecemos a un lugar. Ese lugar se llama Honduras y el principal tesoro, el menos saqueado de todos los tesoros, sigue siendo su gente.

La lista de protagonistas se ha engrosado con el paso de las décadas y aun así las tareas pendientes siguen siendo mayores que las ya cumplidas. Este capítulo se interna en todos los campos del quehacer humano y trata de reconocer sin parcialidad, los invaluables aportes que los habitantes de Honduras han consagrado y ofrendado en pro de nuestra grandeza y reconocimiento. Aportes no solo intelectuales y académicos sino también hazañas y misiones llevadas a cabo por ciudadanos comunes que alcanzaron grandeza a través del mérito y la entrega desinteresada. Protagonistas polémicos y pensadores inconformes que también abonaron grandeza a los grandes debates que toda nación necesita para orientarse en momentos de incertidumbre. Esta galería de mujeres y hombres, de sus momentos, logros y conquistas viene a ser el fermento de aquello que debemos imitar y de ser posible, superar.

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